«No conozco la vida sin fuego interior. Siempre me llevo mis luchas y lo puesto. Me llevo los sueños de un mundo mejor, mis ilusiones, mis nuevos proyectos. Me llevo mis razones, mis fuerzas y mis anhelos. Me llevo mis causas, mis certezas y mis desapegos. Me llevo mi futuro, mis nuevos comienzos, mi utopía, mi familia existente y por crear, mi amor a la soledad y a la independencia emocional, física y financiera. Me llevo mis pasiones y mis manías. Me llevo mi sonrisa sincera y mi brillo en los ojos, el que perdí sin querer en algún momento de la travesía. También me llevo mi estallido de carcajadas inoportunas, mis rebeldías y mi particular forma de no respetar las normas y los convencionalismos, aquella que decías que tenía mi espíritu y por la que tanto confesabas morir de amor. Todo eso también me lo llevo. Me llevo mi pasión por encontrar inspiración en las cosas más insignificantes, que para mí siempre fueron las más extraordinarias. Me llevo mis triunfos, mis ambiciones y mis metas. Me llevo mis caídas de pie, mi dignidad, mi fe y mi futuro por conquistar.»
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