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Interferencias

Actualizado: 3 oct 2023

Cuándo el guerrero tiene que cambiar su idea del mundo.

A .Y. Q.❤️‍🔥


El primer desafío que se le plantea a un guerrero en camino es aprender a parar el mundo y ver.

El mundo, explica Don Juan a un Castaneda siempre perplejo, sólo es una descripción que nos contamos unos a otros desde que nacemos hasta que morimos. Los que adhieren a la versión normal de la realidad se vuelven miembros de la sociedad. Esa versión se vuelve sólida como una roca: “las cosas son así”.

El guerrero tiene que cambiar su idea del mundo, darse a sí mismo otra percepción, aprender una nueva descripción de las cosas. Pero Castaneda se defiende como gato panza arriba: tiene un miedo atroz a perderse si deja de contarse el relato establecido.

Ante esta rigidez, Don Juan procede mediante todo tipo de shocks: trata de interrumpir la descripción del mundo que se hace Castaneda y ayudarle a ver.

Don Juan es un maestro a veces tierno, pero otras despiadado: “golpea” a Castaneda mediante la magia y el humor, tratando de ablandar sus certezas con payasadas, burlándose de la torpe fidelidad de Castaneda hacia lo que sólo es una versión de la realidad. La risa como ejercicio espiritual.

Estos shocks son técnicas. Técnicas de no-hacer. No-hacer es interrumpir la descripción que nos hacemos normalmente del mundo. Sólo se ve cuando se pierde asidero en la idea del mundo que se tenía, pero uno es capaz de rehacerse y recobra la confianza. Perder el mundo es el primer paso para poder reencontrarlo, pero ya no uno que simplemente nos cuentan y asimilamos, sino uno del que somos también narradores y tejedores.

La duda, la vacilación del sentido, la crisis de la presencia son ocasiones para el desplazamiento vital. Pero hay que reponerse de los golpes, levantar un mundo después de que se nos haya caído el antiguo. El riesgo es quedar quebrado entre dos mundos, sin agarradero ya en ninguno.

Borrar la historia personal

Castaneda tenía una novia a la que quería muchísimo, pero la relación se acaba. ¿Qué ha pasado? -pregunta Don Juan. Castaneda empieza a despotricar contra aquella güera y Don Juan le interrumpe bruscamente: es mezquino hablar así de alguien a quien se amó tanto. Y además te engañas, explica tranquilamente, lo cierto es que la perdiste porque te volviste previsible.

¿Cómo es eso? No sólo el mundo es una descripción que nos hacemos: nosotros también.

Todo el rato estamos contándonos unos a otros el cuento de quiénes somos. Nos presuponemos, nos damos por hechos y nos confirmamos unos a otros. Nuestras vidas se vuelven demasiado ciertas: “es que yo soy así”, “es que tal es asá”. De ese modo exprimimos el mundo, agotamos nuestras relaciones y nos aburrimos mortalmente.

Buscamos constantemente el reconocimiento, pero así quedamos presos de los ojos de los demás. Porque ese reconocimiento -la aprobación, un like- sólo se nos da al precio de fijarnos en una identidad que debemos reproducir una y otra vez. La fama es desde este punto de vista la cárcel más severa. La búsqueda de aplauso nos exige repetir el mismo gesto, el mismo truco, el mismo tema. “Hazlo otra vez”. Esa fijeza nos debilita.

Por eso Don Juan invita a Castaneda a borrar su historia personal. De ese modo, explica, “nadie te amarra con sus pensamientos”.

No presuponer o idealizar a los otros, no dejarnos presuponer o idealizar. No dar por hechos a los que nos rodean, no darnos por hechos. Mantenernos alerta y estar siempre dispuestos a renovar la mirada sobre los otros cuando sea necesario. El guerrero sabe mantenerse libre, fluido e imprevisible. No se aferra a la seguridad de una identidad.


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