A veces empiezas el juego siendo la pieza más débil, a la que más te cuesta conseguir las cosas. Haces muchos movimientos erróneos. El caballo te pisa, el alfil te ataca, el castillo se cae, el rey se ríe de ti desde su casa. Nada es gratis, el juego nunca en principio es jaque mate. Ser un peón donde se han secado sueños mojados, alguien insignificante al lado izquierdo del cero, una pieza de baile sobre un tablero de casillas negras más que blancas no significa que no puedes ganar la partida poco a poco. No hay que olvidar que un peón tiene que saltar ocho filas para convertirse en reina, pero cuando llegas a la octava fila te puedes mover en todas las direcciones.
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