Siempre me ven cómo a un loco, siempre que llueve paseando bajo la lluvia sin paraguas e incluso a veces, permitiéndome el lujo de mirar al cielo para notar las gotas repiquetear en mi rostro. Todos me tachan de loco y yo sonrío con una mueca de medio lado, pero lo que ellos no saben y que jamás se imaginarían es que en esos días de lluvia yo suelo aprovechar para ser libre, abrir mi alma, darle rienda suelta a mis sentimientos a mis emociones más ocultas y que tanto me lastran. Días de lluvia que tanto amo, que con tanta ansia espero en las tardes del otoño de mi travesía. Paso a paso, me voy empapando y poco a poco mi corazón empieza a ser más ligero, menos lúgubre y más acogedor. Poco a poco limpian mi penar y me hacen sentir vivo esas juguetonas y frías gotas en el otoño de mi vida.
A quién preguntó el por qué me gusta empaparme bajo la lluvia, la respuesta es muy sencilla: Porque bajo la lluvia las lagrimas pasan inadvertidas acompañadas en su camino por las gotas que recorren mi cara lavando cada pena, dándome el lujo de poder llorar, de ser uno mismo, de desgarrar mi alma en un sordo llanto que tan sólo los ojos tristes cómo los míos pueden sentir, pero eso, eso tan sólo pasa en los días de lluvia.
Entre mis pensamientos Sr. D
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